Aquella última tarde en la que estuve haciendo fotos en las playas de pesca de Taganga, me senté sobre un palo viejo de trupillo a esperar junto con el resto de pescadores la orden para halar el chinchorro a la playa y sacar el pescado, así pasaba el tiempo yo, con la cámara colgada del cuello esperando el instante para hacer una foto o pescando, aunque quizá al final fueron más las veces que pasé los días pescando, porque mientras de aquella forma impertinente me convertía en testigo presencial de la cotidianidad de un oficio que tal vez es imposible configurar en unas pocas imágenes, cada cuento y cada retazo que lograba conocer de la larga historia de aquel pueblo de pescadores sólo me convencían de que nunca tendría mejor cámara fotográfica que la que tenía en mi cabeza, más sin embargo, de alguna forma simple y sencilla trataría de dar cuenta, en algunas de mis fotografías, de un pedazo de aquella historia ancestral que lleva generaciones escribiéndose sobre las aguas del Mar Caribe y que aún hoy se resiste a desaparecer de la memoria de decenas de hombres que siguen entregándole su vida al mar y a la arena.
Y entonces también ocurrió, en una de aquellas tardes en las que estaba sentado en alguna de las playas de pesca, quizás en Genemaca, quizás en La Aguja, en medio de la espera, escuchando las historias de uno de aquellos pescadores que pasaba la tarde fumando tabaco enrollado y tejiendo un paño para uno de los chinchorros, mientras al fondo se escuchaba el golpeteo de las fichas del dominó contra la improvisada tabla de juegos, me levanté de la arena, caminé hasta donde estaba mi mochila, tomé la cámara y entonces me di cuenta que nadie se percataba de mis movimientos, había logrado por instantes hacer parte de aquella cotidianidad que había visto desde afuera, así entonces, en aquellos instantes en los que la cámara parecía desaparecer, podía sacar los retazos y las imágenes para armar mi historia sobre los pescadores de Taganga, sentado junto a la mesa del dominó, halando un chinchorro o con los viejos tejiendo, teniendo siempre la certeza que detrás de cada imagen habrá una historia que poco a poco se esconderá en la memoria de un pueblo y el silencio.
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