Sin destino, clandestino, con mi espíritu caliente, con sueños, caminando solo sin vacilar, sin lágrimas y sin penas... y si el camino se acaba se que puedo escalar...
sábado, 27 de agosto de 2011
Donde desaparece el "Like"...
miércoles, 17 de agosto de 2011
El rótulo de ser fotógrafo...
Estoy muy lejos aún de atreverme a llamarme a mí mismo “fotógrafo”, más todavía cuando la académia (en este caso la de una facultad de artes) y sus vicios, que tanto detesté en mi paso por las ciencias sociales, casi aniquilan mis ganas de seguir soñando con la Fotografía y con sus posibilidades, además de planteármela como uno de los caminos para contar y documentar historias, así, en minúsculas. Sin embargo, a pocos días de montar las fotografías que fueron la muestra de mi trabajo durante aquella especialización, me consideré satisfecho y hasta cierto punto tranquilo y orgulloso con el trabajo realizado y con las decenas de dudas y cuestionamientos que me quedaron al final de ese proceso, porque quizá volví a encontrar la posibilidad de una grieta alternativa en mi formación como fotógrafo, un lugar hacia donde dirigirme con alguna certeza sabiendo que es posible que una vez más el panorama alrededor de “lo fotográfico” se me desdibuje en medio de la desazón y del hastío.
Pasé casi un año literalmente "lidiando" con mi ego y con los egos de quienes me rodearon en aquella especialización, algunos más grandes que otros pero casi todos totalmente seguros de su condición de fotógrafos. Sólo basta revisar sus perfiles de facebook, twitter, flickr o alguna otra de las redes sociales que tanto usamos y discutimos (redes que curiosamente catalogamos de una forma “crítica” como espacios en donde vendemos nuestra imagen como queremos que sea vista) para encontrar en la descripción personal el título de Fotógraf@, rótulo que parece cargar en las redes sociales y en nuestras relaciones contemporáneas un halo de sofisticación y chovinismo personal frente a una práctica que muchas veces se desarrolla como parte de una tendencia mediática o incluso inmersa en un escenario de la moda, un ejercicio muchas veces alejado de intereses profundamente críticos o sorprendentemente artísticos; ¿cuántas fotos en mi flickr me califican para etiquetarme como fotógrafo?, porque al tener también un blog estoy empezando a considerar la posibilidad de etiquetarme como escritor.
No estoy seguro de comprender en su totalidad los proyectos de algunos de mis compañeros y no me avergüenzo de reconocerlo y reconocérselos, pero debo aceptar que logré desarrollar una cierta sensibilidad visual y quizá artística (digo “quizá” porque no me atrevo a asegurarlo) que me permitió conocer otros discursos y otras posibilidades dentro de la realización fotográfica y de igual forma plantearme interrogantes y discusiones alrededor de lo que quiero lograr alguna vez como fotógrafo y también de lo que no quiero producir. Con esto me di cuenta al final que extrañé a lo largo de la especialización el trabajo documental, el desarrollo de la Fotografía como herramienta de la reportería.
Debo decir que al comienzo del proceso, la presencia de proyectos que se enmarcaban dentro de la realización documental y la reportería gráfica representaba el mayor de los intereses para mí, bien porque dentro de mi formación como fotógrafo ha sido la fotorreportería la encargada de hacerme apasionar por la Fotografía o porque siempre he considerado la reportería gráfica y documental como una de las formas más simple (que nada tiene que ver con fácil) y pasional de utilizar el lenguaje fotográfico para contar historias. Me sentía atraído por una especialización en Fotografía, desarrollada en medio de una de las facultades de artes más importantes del país, en la que el trabajo fotográfico documental y la fotorreportería eran vistos como una posibilidad importante dentro del desarrollo fotográfico de un proyecto de creación artística o como otro camino igual de interesante dentro del desarrollo fotográfico como la fotografía del artista plástico.
Me atraían esas ideas y me atraía la posibilidad de poder desarrollar un proyecto documental a lo largo de varios meses de especialización, pensando que seguramente a lo largo de los mismos meses la especialización me enfrentaría y me presentaría las herramientas y posibilidades que me ofrecía la fotorreporteria como vía de desarrollo para "ser" fotógrafo, herramientas mucho más profundas y consolidadas, inscritas mucho más allá de la costumbre en Colombia de “solucionar” la opción de la fotografía documental y de la reportería gráfica con una conferencia de tres horas al algún auditorio o con un seminario de algunas pocas semanas en alguna universidad.
Había un gran número de interrogantes que tenía planteados alrededor de la Fotografía y aún más en torno a la fotografía documental y a la fotorreportería, interrogantes que me sugerían un sin número de posibilidades dentro de la realización de mi proyecto y que me seguían representando un mágico y surreal interés por el trabajo fotográfico dentro del campo de la reportería gráfica y empezaba a plantearme cómo era posible la articulación del trabajo documental de la fotografía dentro de terrenos que aún hoy son totalmente desconocidos para mí como el arte y lo artístico. Sin embargo sucedió que desarrollé mi trabajo de fotorreportería documental casi en medio de la oscuridad de muchas sombras, de muchas preguntas sin respuestas y de muchas soledades metodológicas y técnicas porque fueron pocas las veces que aparecieron certezas en medio de las herramientas que pude recoger para el desarrollo de mi trabajo.
Por intereses y búsquedas personales había llegado a tropezarme y a emocionarme con el trabajo de fotorreporteros como los integrantes del Club del Bang-Bang: João Silva, Greg Marinovich, Ken Oosterbroek y Kevin Carter y por otra parte en Colombia, en medio del interrogante de lo documental y lo artístico había dado con el trabajo de personajes como Oscar Muñoz, Beatriz González, Luis Ospina, Jesús Echavarría, Santiago Harker, Manuel “H”, y otros como Leo Matiz y Nereo López a los que llegué por recomendaciones individuales específicas, personajes y trabajos que se convirtieron en herramientas y referentes importantes dentro del proceso de realización de mi trabajo y que muchas veces terminaron convertidos en pequeñas luces en medio de las sombras de interrogantes e incertidumbres acerca del trabajo en medio de la fotorreporteria y lo documental.
A la par sucedía que a lo largo del proceso de la especialización aquellos que se habían planteado trabajos documentales con ciertos matices de reportería gráfica, dejaban de lado sus intenciones para desarrollar trabajos más “profundos y artísticos”, cuando no fue que en algunos casos simplemente se dejó de lado la intención documental ante la dificultad de desarrollar un trabajo en medio de la incertidumbre, de la falta de herramientas metodológicas que permitieran superar muchos de los obstáculos que se interponían o de la ausencia de un discurso artístico convincente que pudiera sostener la intención de hacer simplemente reportería gráfica. Entonces solamente aparecía el trabajo realizado con Santiago Harker y sus propias conclusiones como referencia a lo que nos estábamos enfrentando quienes decidíamos desarrollar las posibilidades de la Fotografía documental y de la reportería gráfica: el poco interés en Colombia por este tipo de Fotografía y el menosprecio por parte del mundillo artístico y artistoide alrededor de la fotorreportería.
No fueron muchas más las referencias alrededor de esos intereses, más que quizá, alguna vez que se cuestionaba el papel del PhotoShop en el desarrollo contemporáneo de la Fotografía y dejaba en el aire la sensación de plantear a la fotorreportería como el escenario malsano y perfecto para la manipulación y la mentira de la imagen fotográfica. Fueron muchas las discusiones a lo largo del desarrollo de la especialización en torno a las discusiones de género, feminismo, historia, vanguardias, técnica, iluminación, montaje y otros intereses; en todas las clases y espacios siempre se hablaba de lo trascendental y profundo de lo fotográfico en el arte, del discurso de la forma y el fondo y de un sin número de categorías que a la larga terminan siendo el escenario de la múltiple interpretación y la subjetividad.
Resulta curioso que en alguna clase me hayan literalmente “regañado” por estar viendo fotos en una laptop y resulta aún más curioso que ese día precisamente haya estado distraído y me haya ganado un regaño por estar viendo las imágenes de los portafolios de Tim Hetherington y Chris Hondos, fotógrafos británico y estadounidense respectivamente, fotorreporteros y documentalistas, muertos días antes de aquella clase en medio del conflicto civil de Libia contra el régimen de Muammar al-Gaddafi. Aquel día sentí como si efectivamente fijar mi atención en la fotorreportería fuera una pérdida de tiempo, más cuando el tema de la muerte de dos fotógrafos, en medio del ejercicio de su trabajo y su pasión por la fotografía como una posibilidad de contar la historia desde otros lados, pasaba desapercibido y desconocido por casi todos, por aquellos días entusiasmados por la visita del fotógrafo artista Joan Fontcuberta, con fotos graciosas, interesantes y profundas, además que por ellas no hay que arriesgarse a que un mortero o una ráfaga de metralla le destroce la vida o que un actor armado de cualquier bando o algún civil se sienta vulnerado o atacado por la práctica fotográfica de otro individuo.
Fue entonces por aquellos días que entré decididamente en un silencio acomodado, más allá de mis intereses o de mis interrogantes me sentía en el lugar equivocado, extraño en un lugar en el que llegué con un interes despierto e innumerables dudas alrededor de la fotorreporteria y de la fotografía documental; más cuando alguna discusión lentamente se perdía en discursos personales alrededor del género, del lo que se considera “arte”, de lo realmente “innovador”, de lo interesante, del punctum, de la fotografía como pieza artística... al final terminé en silencio mi trabajo, mi reportaje gráfico sobre la cotidianidad de un pueblo en donde sus viejos aún son pescadores artesanales, terminé mi trabajo documental como punto de partida para encontrar las herramientas y las respuestas sobre la fotorreportería y el trabajo documental fotográfico, como el comienzo del proceso que me lleve alguna vez a que alguien pueda llamarme fotógrafo y me sienta con un par de certezas sobre eso, como ahora, que sigo con la certeza de que estoy lejos de atreverme a ponerme el rótulo de fotógrafo.
Nota: Cabe anotar que no fue hasta escribir esta "queja de 5 páginas" que me mostraron luces sobre el papel y la importancia de la fotografía documental en la historia de la Fotografía y su desarrollo como otro de los caminos de la práctica fotográfica, no sin antes cuantificar mi opinión (sí, es cierto que no hice el trabajo, pero es mejor o un 0.0 o un "sin nota" a saber que su opinión vale 2.0 o 1.2 o 3.5 para un "docente") o culparme porque no "investigué los contenidos de la especialización". Sumado esto a comentarios como que estaba "convirtiendo en héroes" a los fotorreporteros", o que la fotografía documental está obligada a "decir la verdad" y por eso es el paraíso del PhotoShop... esto cuando la verdad es aún lo más relativo de la sociedad.