Y cómo se atreven a pensar que reconocen al otro, a la diferencia? Si no somos capaces de reconocernos a nosotros mismos y necesitamos, casi como se necesita tomar agua, actualizar "nuestra" imagen cada 7 horas para dar cuenta de lo que somos, de lo que hacemos y de lo que pensamos. De lo que hice, de lo que produzco, de lo que siento, de lo que ignoro, de mi lugar y mi espacio. Se configura entonces casi como una necesidad bizarra de dar cuenta de lo que hago y vos no haces, del lugar que yo conocí y vos no conocerás, del viaje que hice y que vos no harás, del país que visité y vos ves por TV, del último juguete que compré y que vos verás en vitrinas y en folletos tirados en la calle, del lugar que sueñas conocer y que yo visito todas las semanas. Y seguimos pasando nuestras imágenes en donde pretendemos reconocernos y aparece una en la que se sostiene un cartón rectangular que también pretende reconocernos e identificarnos, un cartón por el que me vestí 5 años en jeans, tennis y mochila, pero que debo recibir (y quiero recibir) con un nudo en la garganta, no de la emoción sino de alguna de aquellas tiras de seda que muy bien Don Chinche satirizaba. Y pasan 12 horas y esa imagen ya no soy yo, porque necesito "actualizarme" y mostrarles que conozco Paris, con una foto en donde no se ve Paris sino me veo yo, aunque no me reconozco y la foto no dice mucho...
Alguna vez aprendí que una foto debe mostrar un lugar como "habitable", no como visitable y en ese proceso, a pesar de los errores, elegí después de un tiempo, estar atrás de la cámara para contar mi historia de otros lugares y de otros, tan iguales y diferentes como yo, porque la mía, me la pueden preguntar y se las cuento en voz baja, no en la mitad del panóptico...
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