(Son las 3:33 y recuerda que la masa del Sol es 333 mil veces la masa de la Tierra.
Y allí está, otra vez amanece en aquel lugar y parece que esta vez habrá buen tiempo, al menos por la mañana porque a través de las rendijas de la ventana se cuela bastante luz amarilla, situación que se torna reconfortante por varios minutos en los que simplemente se sienta en su cama contra la pared, con la mirada fija en los diminutos granos de polvo que vuelan atravesando los rayos de luz. Se revuelve el pelo con ambas manos, al fondo suenan voces ajenas que se cuelan en la habitación desde el radio viejo que se encarga de despertarlo cuando decide madrugar, no sabe la hora pero sabe que si el radio está sonando es temprano, bien temprano en la mañana, se levanta de su rincón y se asoma por la ventana y aún con la pereza en los ojos, observa como desde el este los primeros rayos de luz empiezan a iluminar las tejas de barro de la casa.
Se devuelve a su cama y se tira al revés, con la cabeza hacia abajo a mirar las grietas de su techo, reconoce algunas nuevas y pasa lista sobre las viejas conocidas, las que ya tienen hasta un recipiente seleccionado para los días de lluvia. Allí tirado con la vista en su techo recuerda pedazos de su pasado y entonces mira sus manos, se detiene a mirar una pequeña grieta en su mano derecha y al verla recuerda otra historia lejana, de aquellas primeras historias que involucrarían rocas y al volver su mirada al techo sonríe, quizás por eso tiene tantas historias en su cabeza. Se levanta de la cama, come algo que encuentra en la mesa de la cocina, se da un baño rápido, se despide de su perro y sale de aquel lugar con pasos lentos
Al comenzar a caminar no se da cuenta del cambio pero cuando se percata de lo que pasa ya esta lejos de aquel lugar, lejos de su extraño planeta. Y lo nota cuando ya es tarde y debe despedirse y marcharse, aunque la verdad él no está de acuerdo de que en realidad sea tarde pero así suceden las cosas por acá porque en este lugar se mide el tiempo y se miden los espacios, entonces solo sucede que ella se aleja a través de la gente y él no puede detenerla y en el diminuto instante que va a correr atrás de ella para alcanzarla y abrazarla por un instante más, algo le impide moverse y simplemente clava su mirada en el suelo, buscando quizás alguna grieta sobre el asfalto y entonces recuerda que aquella superficie también mide gris medio.
Desde la ventana del bus observa un lugar conocido y en la parada cercana decide bajarse justo antes de que las puertas se cierren sobre su nariz. Camina un rato y luego decide detenerse en unos escalones viejos que hacen parte de su tiempo por aquí y se sienta en aquel sofá improvisado a dejar que pase el tiempo de la tarde. La verdad no deseaba estar allí pero era una tarde soleada y no valía la pena irse tan pronto a su extraño planeta, quizás estando allí sentado por lo menos llegaría algún conocido con quien hablar tonterías mientras se hacía tarde y dejaba de pensar en ella.
Se levantó de los escalones con prisa, no era tarde pero empezó a caminar por una acera sin mucha gente y otra vez sin notarlo todo cambia a su alrededor, estaba otra vez de vuelta en su extraño planeta y ya veía a una corta distancia la ventana de su habitación. En aquel lugar ya era de noche, allá afuera aún empezaba el atardecer pero en su extraño planeta el día se había marchado hacía varias horas y el frío y la oscuridad de la noche ya lo había cubierto todo, así que no quiso comprender nada allí adentro y salío por su ventana a treparse sobre las tejas de barro, quizás desde allí aún podría ver el atardecer lejano que sucedía en La Tierra.
Entonces reconoció que en su extraño planeta aquel día que había pasado lejos de allí habría sido bien diferente, habría llovido un poco por la mañana pero habría sido solo una liguera lluvia para refrescar la hierba y dejarla húmeda, luego habría caminado todo el día recorriendo los caminos a través del campo, deteniéndose un poco a cada rato para esperarla a ella y en algún momento se habrían sentado en alguna roca de esas desde donde se ve el mar, entonces se habría detenido el tiempo mientras revolvía las curvas de aquel pelo verde que caía sobre su sonrisa y sus ojos rojos, sí, ese día en su extraño planeta habría sido diferente y quizás aún estaría en curso el atardecer, lejos de la noche que ahora tenía encima.
Pero estando allí sentado sobre el tejado de barro, viendo como la noche ya lo cubría todo solo pudo mirar a la distancia y sonreir con ironía: su extraño planeta solo es un lejano, maldito y fugaz no lugar, en donde unos puntos suspensivos duermen de cabeza.
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